Lucía Etchepare nació el día 6 de julio de 1882 en Carmelo (Uruguay), hija de Pedro y María. En 1901, sintiendo la llamada a la vida religiosa mercedaria ingresó en la Congregación de Hermanas Mercedarias del Divino Maestro. Trasladada a Argentina, ocupó el cargo de superiora general de la congregación en diversos períodos.
En 1925 experimenta un fuerte impulso misionero imbuida del ambiente eclesial del momento de fomento de la misión ad gentes, y con el deseo de fundar una congregación misionera. Viviendo en esta clave de discernimiento conoció en 1934 en Buenos Aires a monseñor Inocencio López Santamaría, obispo de San Ramón Nonato en Piauí. Ante las dificultades que encontraba por la escasez de clero y de religiosas le invita a dejarlo todo por la misión evangelizadora en su Prelatura. Allí se trasladó en 1937. Con el apoyo de mons. Inocencio consiguió que su sueño de constituir una congregación eminentemente misionera fuera una realidad. Así nació el 10 de agosto de 1938 en San Raimundo Nonato, en Piauí la Congregación de Hermanas Misioneras Mercedarias de Brasil. Compartió las dificultades de la misión: la pobreza, las dificultades del idioma, la falta de agua y de las comodidades de la vida, asumiendo con serenidad todos los desafíos que se presentaban, y confiando en la bondad y la providencia de Dios. Se esforzó por llevar a las aldeas y poblaciones alejadas de Piauí el amor de Dios que ella experimentaba fuertemente en su vida. Falleció en Salvador de Bahía el 17 de julio de 1961.
Lucía es una mujer decidida, a la que no asustan las dificultades de la misión. Es consciente de que el Señor la llama a dar su vida en la redención de los cautivos en el difícil contexto de la evangelización, como anuncio de la buena noticia de la salvación. Así se expresaba: cuanto deseo que Jesucristo sea conocido, amado y seguido por todos.
Solo así se comprende como aquella mujer pudo expresar: aquí he encontrado la manera de servir a Dios, en esta misión a la que Él me envió. Su paso de las mercedarias del Divino Maestro a la nueva experiencia misionera se hizo escuchando el latido de los pueblos oprimidos, sin libertad.
Oh Señor que has llamado a nuestra hermana Lucía a dar su vida por el evangelio de tu Hijo, en el anuncio de la Palabra, como mensajera de libertad para los pueblos que ansían descubrir tu rostro, y la hiciste mujer misericordiosa para entregarse por los más necesitados; te pedimos que estemos siempre atentos a la inspiración de tu Espíritu para hacer de nuestras vidas, como ella, anuncio de redención y de vida. Por Jesucristo nuestro Señor.
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