Fueron fundadas por el padre José León Torres, mercedario argentino el 1 de octubre de 1887 en Córdoba, y agregadas como terciarias regulares, a la Orden de la Merced el 20 de diciembre de 1887. El Decretum laudis lo concedió la Santa Sede el 19 de enero de 1931.
El fin de la congregación consiste en el ejercicio de las obras de caridad hacia el prójimo, mediante la enseñanza en las escuelas y colegios, la asistencia a los huérfanos y ancianos desamparados, la enseñanza del catecismo en los suburbios y la ayuda en las obras parroquiales. Con tales obras, las hermanas promueven la plena libertad de los hijos de Dios, haciendo un servicio a la fe.
Junto con la devoción acendrada de Nuestra Madre de la Merced, la nota característica del espíritu del Instituto es la caridad y el ambiente de familia, tan inculcado por el fundador, en el cual las hermanas tratan de entrar en contacto con las educandas, a fin de que la formación tenga una mayor seguridad y éxito.
«Nos toca a nosotras, las Hermanas, continuar escribiendo la historia que el padre Torres comenzó, haciendo presente la caridad redentora en nuestras obras, educando, iniciando en trabajos, asistiendo a niños y mujeres necesitados, y fundamentalmente, haciendo presente la Redención de Cristo con el testimonio de nuestras vidas consagradas a Dios y a los hermanos, libres para amar y enseñar a amar.
Y nos toca a todos, pero sobre todo a los que somos parte de nuestra querida Orden Redentora, comprometer con renovado coraje el corazón en nuestra historia, porque si bien es cierto que no tenemos en nuestras manos la solución a tan graves problemas como nos oprimen, también es cierto que frente a tan graves problemas tenemos nuestras manos, juntas para rezar y abiertas para dar.
Esta llama de la pasión por Cristo Redentor, que se prolonga en la pasión por el hombre, quiere hoy encenderse en el corazón de muchas chicas y muchachos que, en esta hora difícil de la historia, en esta hora de la Merced, dejen resonar en su interior la voz de Jesucristo: no hay mayor amor que dar la vida, y se dejen liberar por Él para asumir su puesto en la historia de la patria y del mundo, como tarea confiada por Dios a su esperanza creadora, para un nuevo proyecto por el que valga la pena vivir y dar la vida.
Que ése sea hoy nuestro homenaje a esta querida obra y, como el padre José León Torres lo deseó hace ya más de 130 años mirando hacia adelante, que ese Dios de grandezas siempre nos ilumine en las oscuridades de la vida».
Hoy las religiosas se extienden por Argentina y Uruguay.
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