Con Cristo Redentor, María de la Merced y
san Pedro Nolasco en fraternidad y servicio.
Prot. 05/2017
Superiores Provinciales, Religiosos de la Orden y Familia Mercedaria.
Presente.-
¡Feliz tiempo de Cuaresma!
Después de celebrar el Miércoles de ceniza que nos invita a renovarnos en el encuentro con Cristo vivo en su Palabra, hemos iniciado nuestro peregrinaje en la fe, “un nuevo comienzo, un camino que nos lleva a un destino seguro” para entender de qué manera “la Palabra es un don y el otro es un don” (PP. Francisco). Desde este punto de vista estamos invitados a “escuchar los lenguajes del alma” que resuena en nuestro mundo interior y exterior (Aldo Grasso). Que la experiencia y el simbolismo de los cuarenta días y cuarenta noches nos ayude a repensar el camino de preparación hacia la libertad (cf. Mt 4,1ss.), la Alianza del Dios con nosotros en la historia y en la transformación de las nuevas Babeles hacia la vivencia de la Vida, Misión, Pasión, Muerte y Resurrección del Señor; y así, asimilar la Pascua en camino hacia un nuevo Pentecostés.
Dicen algunos pensadores que la Cuaresma es un tiempo-espacio sagrado para hacer una relectura de nuestras vidas, en este mundo provisorio y de cambios, de fortalezas y fragilidades, de la llamada modernidad líquida, de pluralismos imaginarios, de sociedades democráticas que coexisten con prótesis artesanales y científicas. La mayoría de ellos plantean que a pesar que nos encontramos en una encrucijada poliédrica con dificultades espaciales, rurales y urbanas, vivimos en un tiempo de inclusión, de sinodalidad, de búsqueda y encuentro, donde la alteridad hace viable la fraternidad y el servicio por los demás (cf. A. Torres Queiruga, A. Cencini, Z. Bauman, Pierangelo Sequeri, Carlos María Galli, Pedro Trigo, J. C. Sccanone). En este sentido, la Cuaresma debe animarnos a “saber entrar para saber salir” al encuentro con Dios, con nosotros mismos y con los hermanos (Carlos Vallés), y de esa manera saber optar por el desierto hasta encontrar la clave de discernimiento por la Libertad y la Verdad que nos hace libres (cf. Jn 8,32); por tal motivo los invito a vivir con intensidad este tiempo eclesial y litúrgico que nos permite celebrar, reflexionar y reconciliarnos con el Creador en bien de la casa común (cf. Laudato Sí, 1).
A lo largo de estos primeros meses de Gobierno general junto a mis hermanos del Consejo he tratado de conocer y entender nuestro servicio, a veces no es fácil asimilar la fuerza, riqueza y la complejidad de la Orden; su historia, identidad, carisma y gesto profético nos debe seguir fascinando e ilusionando por amor redentor en beneficio de los hijos de Dios (cf. COM 4,16). Que los paradigmas, lenguajes, palabras, gestos, símbolos, músicas, edades, grupos eclesiales, zonas de evangelización, modas y otros elementos que forman parte de nuestra cultura y subcultura religioso-sacerdotal sean para nosotros una serie de motivos para el análisis y reflexión institucional en vista a los 800 años de fundación.
Sabemos que nosotros como todos los seres humanos hablamos con nuestras voces y nuestros silencios, los cuales enriquecen nuestra unidad en la diversidad como hermanos congregados en la oración, el estudio, la vida comunitaria, la misión evangelizadora y el cuarto voto de redención. Por tal motivo, les agradezco su constante participación como hermanos en la fe, por la cercanía y cotidianidad de la vida, por los saludos fraternos, la hospitalidad, las comunicaciones, la corrección en tiempos oportunos y la lluvia de ideas que hacen posible la construcción de un nuevo humanismo mercedario.
Agradezco a los directores de las revistas mercedarias que me han invitado a escribir un pensamiento, una frase o una palabra de animación a los lectores de la Familia Mercedaria, gracias a los grupos de interacción religiosa que hicieron viable el hecho de dirigirles alguna charla y Ejercicios espirituales; de igual manera, a quienes han procurado la participación de los Consejeros generales en diversas actividades, junto a ellos trataremos de estar disponibles cada vez que soliciten nuestra presencia; por el cual, estamos para servir y no duden en buscarnos.
Hace pocos días tuve la reunión con el Consejo general y compartíamos que han pasado a la presencia del Señor once religiosos desde que fuimos elegidos en el Capítulo general, desde mayo del 2016 hasta la fecha, por esta razón les invito a rezar y celebrar una eucaristía por nuestros hermanos difuntos: fr. Adalelmo Benjamín Catalani, Prov. de Argentina (21.05.16); fr. Máximo Elpidio Orellano, Prov. de Argentina (26.07.16); fr. Raúl Telmo Carrera Salas, Prov. de Quito (2.09.16); fr. José Benito Osorio Mouriño, Prov. de Castilla (20.10.16); fr. Tomás Tomás, Prov. de Aragón (9.12.16); fr. Salvador Sandi Ruiz, Prov. de México ( 25.12.16); fr. Luis Fondevila Penas, Prov. de Castilla (14.01.17); fr. Modesto Vaca Vaca, Prov. de Castilla (17.01.17); fr. Guillermo Padilla Castillo, Prov. de México (27.01.17); fr. Carlos Froilán Pérez González, Prov. de Chile (29.01.17) y fr. Martín Garamendi Alegría, Prov. de Castilla (25.03.17). Por el reposo eterno de cada uno de ellos nos unimos en oración con el salmo 129.
Así también les invito a rezar el rosario, orar por los cautivos y celebrar los sábados marianos por todos los religiosos, religiosas, familiares y amistades que sufren alguna enfermedad;así también celebremos los jueves eucarísticos por las vocaciones para que el Señor siga llamando jóvenes para su mies (cf. Lc 10,2). A quienes celebran sus Bodas sacerdotales y Aniversarios de profesión religiosa van mis mejores parabienes por su consagración en la Orden. Espero quenuestra propuesta vocacional sea intensa, que no desmaye en el camino, no nos cansemos de promover las vocaciones mercedarias, mucho ánimo en todo lo que signifique “ser testimonios en los escenarios de la Nueva evangelización” (cf. XIII Sínodo de los Obispos).
Que la Cuaresma sea un tiempo lleno del espíritu divino, de verdadero equilibrio de la pasión e inteligencia, del amor y la sabiduría, de la superación de la debilidad, que se hace visible a través del ayuno, de abstinencias y sacrificios que llenan nuestra mente y corazón en gestos de misericordia y paz redentora.
Animado por la fuerza de la Palabra del Salvador, nuestro Redentor, me despido de todos ustedes en estos días de color morado que simboliza nuestra preparación espiritual y penitencia como donación para recibir la gracia y el espíritu de Dios.
Roma, 03 de marzo del Año del Señor 2017, a los 799 años de la Fundación de la Orden de la Bienaventurada Virgen María de la Merced.
Atentamente, un servidor.