Mensaje a la Familia Mercedaria
XVI Capítulo General Orden de la Merced
Roma
- Marco de la celebración del Capítulo General
- En el año dedicado a la B.V. María de la Merced, nuestra Madre, en los umbrales de la conmemoración del Jubileo del VIII Centenario de la fundación de la Orden de la Merced, nos hemos reunido en Roma entre el 23 de abril y el 14 de mayo del 2016 treinta y siete religiosos capitulares para celebrar el XVI Capítulo General de nuestra Orden. Inspirado por la Carta del Papa Francisco con motivo del año dedicado a la vida consagrada, nuestro lema reza así: Memoria y profecía en las periferias de la libertad.
- Encuentro fraterno. Este Capítulo ha sido vivido como un kairos, un momento de comunión y de fraternidad para escuchar lo que el Espíritu de Dios inspira a la Iglesia y a la Orden en el contexto actual, marcado por una aguda crisis. Asimismo, en actitud de oración, reflexión y profundización buscamos en este momento de cambio histórico para la Iglesia universal lo que la humanidad pide y anhela. No hemos querido ocultar nuestras diferencias y disensiones, y hemos podido ponerlas encima de la mesa de trabajo, compartiendo opiniones con la libertad y el tiempo necesarios. Por eso, al término de este Capítulo, estamos convencidos de que la comunión de todas las provincias con el gobierno general mediante el diálogo abierto y la confianza profunda entre los que nos vamos acompañando es imprescindible para que cumplamos el mandato del amor recibido de Jesús y su invitación a que seamos uno[1]. Sólo esta apertura confiada y sincera a las necesidades del otro hará que vivamos nuestra vocación fraternal y gozosamente, favoreciendo la unidad y animando la misión redentora común. Con este ánimo hemos recibido las primeras palabras del nuevo Maestro General, P. Juan Carlos Saavedra Lucho, quien nos ha invitado a vivir este nuevo tiempo desde un espíritu de fraternidad y servicio, decididos a entregar la vida por amor al cautivo, defendiendo siempre la libertad de los hijos de Dios[2]. Hemos querido, renovados por el impulso que nos está brindando la celebración del Jubileo de la Misericordia, poner el acento en el cuidado de nuestra vida comunitaria, como piedra angular del edificio que sustenta nuestra vocación al apostolado y nuestra vida de consagrados, convencidos como estamos de que el Dios que nos ha convocado lo ha hecho para que vivamos en la casa unánimes y tengamos una sola alma y un solo corazón orientados hacia Él[3].
- Memoria agradecida. Siguiendo la temática y la dinámica del mismo Capítulo, hemos querido revisar –en memoria agradecida– nuestra vida de religiosos, a fin deevaluar nuestros logros, reconocer humildemente nuestros límites y, por encima de todo, afrontar con fe y esperanza futuros desafíos. En este sentido, agradecemos de todo corazón la palabra del Santo Padre durante la audiencia ofrecida a los capitulares la mañana del lunes, 2 de mayo, que nos alentó y confirmó en este propósito, al recordarnos que este Capítulo tiene que ser una ocasión privilegiada para un diálogo sincero y provechoso que no se quede en un pasado glorioso, sino que examine las dificultades encontradas en el camino, las vacilaciones y también los errores. La verdadera vida de la Orden ha de buscarse en el constante esfuerzo por adecuarse y renovarse, a fin de poder dar una respuesta generosa a las necesidades reales del mundo y de la Iglesia, siendo fieles al patrimonio perenne del que son depositarios[4]. El encuentro con el Papa Francisco ha sido un momento especialmente emotivo en lo humano, y sin duda valiosísimo para alimentar nuestro espíritu mercedario y eclesial.
- Oración y recuerdo. La ausencia en nuestro Capítulo General de uno de sus vocales[5]nos ha invitado a la oración y la reflexión, provocando en nuestros corazones una cercana solidaridad con aquellos hermanos nuestros que, perteneciendo a países que acogen una preciosa presencia mercedaria, como es el caso de Venezuela, están sufriendo las consecuencias de desastrosas políticas que perjudican la convivencia social pacífica, provocan tensiones y abocan a sus ciudadanos a una situación de necesidad material real e intolerable. También nos hemos solidarizado con nuestros hermanos y hermanas de Ecuador que han sufrido las consecuencias del terremoto del pasado mes de abril; hemos orado por los difuntos, por los heridos, por los que han quedado huérfanos en los caminos y desahuciados de afecto y hogar.
- Llamados a ser testigos compasivos y audaces de la misericordia de Dios
- Misericordiosos como el Padre. En el año en el que toda la Iglesia celebra el Jubileo de la Misericordia, durante el cual el Papa expresa su voluntad de que el pueblo cristiano reflexione sobre las obras de misericordia corporales y espirituales[6], los mercedarios del siglo XXI nos ponemos en camino, apasionados por Jesús y por los hermanos cautivos, hacia el Jubileo del VIII Centenario de la fundación de nuestra Orden, acontecida en Barcelona el 10 de agosto de 1218. El triduo de preparación al Jubileo se abrió con el año de nuestro Fundador (2015), seguido del de nuestra Madre (2016), y culminará con el año de Cristo Redentor (2017), abriendo así las puertas al definitivo Año Jubilar (2018). Queremos que la celebración de este octavo centenario nos impulse a proclamar, con mayor fuerza y valentía, el año de gracia del Señor a los perseguidos, amenazados o privados de libertad por causa de su fe; a las víctimas de la trata de personas, a los seres humanos con quienes se trafica despiadadamente, a los adictos y dependientes de sustancias o dolencias, a los jóvenes de nuestras escuelas, a los inmigrantes y refugiados que sufren el cierre de las fronteras y el alzamiento de vergonzosos muros, a los indígenas vulnerados en sus derechos, a aquellos –especialmente mujeres y niños– que sufren violencia y maltrato, a los encarcelados, a todos los que atendemos mediante obras de misericordia en nuestras parroquias… a todos los que, en definitiva, necesitan nuestra palabra mercedaria de aliento y liberación.
- La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento[7]. En este sentido, queremos dirigir este mensaje a toda la familia mercedaria, a los religiosos, las religiosas y los laicos comprometidos en los cuatro continentes en los que estamos presentes (Europa, América, África y Asia), y a todos aquellos que con espíritu redentor estén alegremente dispuestos a dar su vida por los cristianos cautivos, convencidos de que nuestro carisma es un don de Dios para la Iglesia y para toda la humanidad.
- Escuchar hoy, como ayer, el clamor de los cautivos
- Compadecidos y servidores. No queremos caer en el pecado que devasta a no pocos hermanos contemporáneos nuestros: la indiferencia. Salgamos de nuestra propia comodidad, lleguemos a todas las periferias que necesitan la luz del Evangelio, y escuchemos con pasión y compasión el clamor del pueblo de Dios[8]. Como Moisés, que se solidarizó con sus hermanos esclavizados en Egipto, hace ocho siglos san Pedro Nolasco hizo suyo el sufrimiento de los cautivos de su tiempo, para también dirigirse al desierto y abrir su corazón al fuego de la voz de Dios que lo llamó a ser liberador. Jesucristo –como centro de nuestra fe–, Moisés, Pedro Nolasco y otros santos de la Iglesia son nuestros grandes inspiradores, aquellos a quienes los mercedarios debemos contemplar para actualizar nuestra misión evangelizadora en razón de nuestro cuarto voto de redención[9]. Con renovado espíritu redentor, escuchemos a Dios en el clamor de tantos seres humanos para los que la libertad de los hijos de Dios sigue siendo un sueño poco menos que inalcanzable. ¡Hoy como ayer, la voz de Dios retumba en el grito y en el dolor de todos los excluidos que son considerados sobrantes y desechables[10] por los opresores e indiferentes! No podemos ser mercedarios de palabra sin ser misericordiosos y compasivos de obra.
- Los desafíos actuales del mundo oprimido. Como expertos en humanidad, los religiosos, las religiosas y los laicos mercedarios no podemos desconocer las causas históricas, sociales, económicas, culturales y políticas de las esclavitudes que atentan contra la dignidad de los hijos de Dios. Con lucidez apasionada investiguemos sobre los principios y sistemas que se oponen al evangelio[11]y se imponen con la economía de la exclusión, la idolatría del dinero, la injusticia que genera violencia, los ataques a la libertad religiosa y las situaciones de persecución a los cristianos, que alcanzan niveles de odio y muerte alarmantes en el mundo globalizado[12]. Sigamos la sabiduría práctica de nuestro fundador: hoy, como ayer, tenemos mucho que denunciar en un mundo oprimido por diversas y complejas formas de materialismo, para anunciar la Buena Noticia de un Dios Misericordioso que se hizo solidario y fraterno por la Pascua de Jesús, la gran noticia del nombre de un Dios cuyo apellido es Amor.
- Observatorio de la Cautividad. Entre los desafíos de la era digital, hemos valorado el camino iniciado por el Observatorio de la Cautividad, cuya constitución sugería el Capítulo General de 2010 a fin de identificar y priorizar las nuevas situaciones de opresión y de cautividad en los actuales escenarios y culturas[13]. Hemos escuchado valiosísimos testimonios de personas que, desde su ministerio eclesial, nos han ofrecido un panorama, a la vez acertado y desolador, de las nuevas cautividades que sufren hombres y mujeres de hoy, y de los desafíos que suponen para nuestra tarea al servicio del pueblo de Dios. Nos han iluminado con su experiencia y sabiduría, y se lo agradecemos profunda y sinceramente. Sus palabras nos llevan a considerar que un Observatorio de la Cautividad bien enfocado, con profesionalidad y dedicación suficiente en tiempo y recursos, puede ayudarnos a seguir poniendo manos a la obra y a continuar luchando por la libertad concreta y real de los hijos de Dios a la que hacen referencia nuestras Constituciones. El Observatorio nos invitará no sólo a mirar, sino a actuar, es decir, a reproducir en nuestra vida de mercedarios la invitación del Dios de la Alianza: he visto la opresión de mi pueblo…he escuchado su clamor…he bajado a liberarlos[14]….
- Donde la vida clama, ligeros de equipaje. Llevamos en la sangre y palpita en nuestro corazón, querido Santo Padre, la genética que nos legó nuestro fundador, san Pedro Nolasco, el servidor de la misericordia redentora. Él, inspirado por María Santísima, bajo el título de la Merced, imprimió a fuego en nuestra identidad el “visitar y liberar” expresado con nuestro voto de redención[15]. Sentimos el desafío de ser Merced pobre y para los pobres, mendicante para el rescate y servidora de los ninguneados y descartados. Nuestra significatividad carismática adquiere un nuevo valor al proponernos –sintiéndonos gozosamente discípulos misioneros del Redentor– la promoción de una apertura misionera de la Orden de la Merced en China. Esta nueva frontera vislumbrada desde hace varios siglos[16]por nuestra Orden ha devenido en una decisión de esta asamblea capitular que se irá materializando en un proceso de cuidada preparación de nuestros misioneros redentores y de acercamiento a esta nueva y provocadora realidad en el lejano oriente, a este reto que supone para nosotros una presencia a estrenar en Hong Kong.
- La formación, clave de futuro y crecimiento
- Dejarnos transformar. Apostemos por una formación de los futuros mercedarios a la altura de los tiempos que corren, capaces de dialogar y dar razón de su fe y esperanza en un mundo en crisis y constante cambio. La formación, como nos recordaba el cardenal Joao Braz de Aviz[17], es cuestión de docibilidad, esto es, colocarnos en situación de dejarnos transformar por Jesucristo, de dejar que Él –nuestro único Señor y Maestro– nos forme; sólo así podremos formar a los otros, siendo conscientes de que la formación no es solo instruir o comunicar algo, sino mostrarlo,acariciando los conflictos e intentando gestionarlos desde la sencillez de un alma que no quiere imponerse frente al otro, sino que desea acompañar en un camino compartido de evangelio, queriendo descubrir juntos, como los discípulos de Emaús, al Jesucristo que nos ofrece su Palabra y parte para nosotros su pan.
- Donde hay vida y amor auténticos, donde hay deseo de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas[18]. En este momento de giro histórico en la vida de la Iglesia y del mundo, la preocupación –y, sobre todo, ocupación– por las vocaciones religiosas y sacerdotales mercedarias constituye una tarea crucial[19] y prioritaria. Para afrontarla, conscientes de que escasean en algunas partes del mundo y abundan en otras, este Capítulo exhorta al nuevo gobierno general a perfeccionar y finalizar el trabajo ya avanzado de renovación del Plan General de Vocaciones, Formación y Estudios, para una formación integral, permanente y equilibrada de los religiosos mercedarios para nuestro mundo en crisis antropológica; un mundo que demandará de nosotros, como religiosos, personalidades sanas: bien formadas en lo cultural, íntegras y maduras en lo afectivo, equilibradas y sensibles en lo espiritual, cercanas y solidarias en nuestro acercamiento real, práctico y efectivo a los cautivos de hoy.
- Las tentaciones de los mercedarios. También los religiosos nos sentimos de alguna manera cautivos redimidos, y somos conscientes de que estamos siempre en camino de liberación… y de formación. Como hijos de esta época, vivimos en una cultura globalizada donde no podemos abstraernos ingenuamente de las mismas estructuras de pecado que denunciamos. Es por eso que, siguiendo con fidelidad creativa a nuestro fundador, somos invitados a vivir un bellísimo proyecto de libertaden el que nos propongamos discernir y luchar contra las tentaciones propias de un mundo en crisis de fe y de esperanza[20]. Son las mismas tentaciones que sufren los agentes pastorales de toda la Iglesia[21], solo que tienen formas y contenidos propios que obstaculizan nuestra misión redentora. Como a toda la Iglesia, el individualismo, la crisis de identidad y el apego a lo material puede acosarnos espiritualmente, en un clima cultural de desencanto y de relativismo que nos puede hacer caer en pesimismos, resentimientos o suspicacias completamente ajenos a nuestra vida fraterna y misión redentora. Por eso, si el Hijo nos libera, nosotros seremos realmente libres.[22] ¡Hoy como ayer, intentemos ser verdaderamente libres, luchemos por vencer nuestro propio egoísmo y estemos alegremente dispuestos a ofrecer nuestras vidas en rescate por los cautivos.
V. Familia mercedaria
- Misión compartida. La Familia Mercedaria ha hecho un camino durante estos últimos años que los capitulares valoramos muy positivamente, tanto nosotros como las Superioras y Superiores Generales de los distintos institutos que comparten esta preciosa espiritualidad redentora. En este sentido, el padre Pablo Bernardo Ordoñe, como Maestro General, pudo expresarlo en nombre de una Familia Mercedaria que se sentía unida y representada en la audiencia privada que el Papa Francisco nos ofreció. En efecto: Nos sentimos igualmente invitados a una profunda conversión redentora y pastoral que nos permita “salir de nosotros mismos” y, trabajando artesanalmente la unidad, continuar “siendo misioneros de la redención” en los “márgenes”, donde la vida clama. Oración fiel, servicio entre los últimos y fraternidad siempre renovada, harán de la Merced la escuela de santidad que soñaron nuestros fundadores y fundadoras[23].
- Las Monjas y Religiosas Mercedarias. Nos hemos sentido muy enriquecidos por todos los que, formando parte de esta gran familia de la Merced, han orado por nosotros durante este Capítulo, desde todos los rincones del mundo. Agradecemos muy especialmente la oración silenciosa, activa, solidaria, que procede de los corazones de todas las monjas mercedarias que van haciendo camino con nosotros desde la alegre y serena quietud de sus monasterios y conventos, y nos sentimos especialmente unidas a ellas y arropados como ellas por el mismo manto de María como Madre de Misercordia y Merced. Del mismo modo, el encuentro compartido con las Superioras Generales de los diversos institutos de religiosas mercedarias[24] nos ha abierto preciosos horizontes de redención, caridad, liberación, misión… al servicio de los nuevos cautivos de hoy. Desde su mirada valiente, decidida y solidaria, han representado maravillosamente a tantas hermanas que, como el grupo de mujeres que siguieron a Jesús por los caminos de la tierra y hasta la cruz[25], testimonian con su vida felizmente entregada la riqueza de un carisma liberador que se ofrece a los más débiles y sufrientes, a los más necesitados de calor humano y consuelo. Las distintas experiencias intercongregacionales que van surgiendo[26] son, asimismo, expresión de esta riqueza que mujeres y varones de la Merced vamos compartiendo… y disfrutando.
- Con la Familia Trinitaria. Nuestro Capítulo ha disfrutado igualmente de la presencia, en familia redentora, de nuestros hermanos trinitarios[27], a quienes nos sentimos especialmente unidos en la tarea de la liberación de los cautivos, pasados y actuales. Ha sido gratificante compartir fraternalmente los carismas de las dos instituciones y saborear la comunión de nuestras dos órdenes redentoras; una vez más, hemos reafirmado nuestro deseo de proponer iniciativas comunes y de seguir ofreciendo a nuestra Iglesia Universal a san Juan de Mata –fundador de la Orden de la Santísima Trinidad– y a Nuestro Padre san Pedro Nolasco como patronos de los cristianos perseguidos; valoramos muy positivamente nuestros últimos encuentros y apostamos por seguir promoviendo esta senda de colaboración con nuestros hermanos perseguidos a causa de la fe y de la fidelidad al evangelio[28].
- Alegre memoria, profecía y futuro de la Merced
17 . La Merced es fuente de vocaciones martiriales. ¿De dónde tiene que surgir y hacia dónde nos tiene que llevar la alegría del Evangelio en este trienio Jubilar? Debe brotar del encuentro con Dios en el rostro del prójimo y nos tiene que llevar a invertir no solo medios materiales, sino también nuestra propia libertad en conseguir la de nuestros hermanos cautivos, porque nadie tiene más amor que el que da la vida por sus amigos[29]. Así lo vivió san Pedro Nolasco, nuestro Padre y Fundador, que por la ternura de la Virgen María de la Merced se dispuso a ser redentor a imagen del mismo Cristo. No es sencillo ni fácil compartir el camino de sufrimiento de Jesucristo. Pero intentemos, en la vida nuestra de cada día, vivir con audacia esa vocación martirial que atraviesa los siglos para alcanzar nuevas formas de redención en un esperanzador futuro que debe tener como centro a los nuevos cautivos, regalando a la Iglesia y la humanidad un renovado testimonio de caridad heroica. Seamos testigos de Jesús en esas fronteras donde los cristianos son mercantilizados o perseguidos por su fe, y estemos dispuestos a cruzar nuevas fronteras, en diálogo lúcido, respetuoso, competente, con las diversas culturas contemporáneas y con todas las religiones, sobre todo con el islam y sus interlocutores válidos.
18 . Del centro a las periferias de la cautividad en las ciudades. Muchos de nosotros que, siendo religiosos, también hemos recibido el ministerio ordenado, somos sacerdotes ungidos por el Señor para servicio de su pueblo. Estamos llamados a pastorear en parroquias, colegios, capellanías o santuarios que no deben ser simples “centros” geográficos privilegiados, sino espacios de encuentro con las periferias existenciales[30] que se agitan en las grandes ciudades. Estamos invitados también a curar las heridas de muchos contemporáneos desde nuestra vocación a ser los más humanos de los humanos. A ejemplo de Pedro Nolasco, buen samaritano que escuchó la misma palabra de Jesús al joven: Anda, haz tú lo mismo[31] hombre que supo salir de la periferia a la frontera, aventurémonos,y desde nuestra propia experiencia de pecado y debilidad, salgamos a experimentar nuestra unción, su poder y su eficacia redentora, en las “fronteras” donde hay sufrimiento y sangre derramada, ceguera que desea ver, donde hay cautivos de tantos malos patrones[32].
19 . Testimonio de lo absoluto de Dios. También nuestro Capítulo ha escuchado y pronunciado una palabra sobre los religiosos no clérigos, recordando los frutos del último encuentro celebrado en Argentina y encareciendo a nuestros hermanos a dejarse constituir por Cristo en orden a la comunión de vida, de caridad y de verdad, y a ser empleados también por Él como instrumentos de la redención universal, sintiéndose enviados como luz del mundo y sal de la tierra[33].
20 . Prevenidos, reconciliados, sanadores. El futuro de nuestra vida religiosa como mercedarios requiere, cada vez más, estar atentos a los signos de los tiempos y saber responder con actitudes evangélicas de recuperación y de justicia a lo que nuestro mundo plantea a nuestra Orden y a la propia Iglesia. Vivimos con profundo dolor la inmensa herida que ha causado a la Iglesia y al mundo entero el abuso contra los más pequeños y vulnerables, minando con ello la confianza al interior de la vida misma de los consagrados[34]. En este sentido, hemos iniciado un camino en la Orden alertando a todas nuestras comunidades sobre la necesidad de defender sin recelos ni titubeos a los más pequeños[35], promoviendo y orientando hacia una cultura de prevención de los abusos, creando un protocolo de actuación a tal efecto y comprometiéndonos a reflexionar sobre este delicado tema, así como a atender con decisión y prontitud los casos concretos que haya que enfrentar. De esta manera iremos, con toda la Iglesia, construyendo las bases de una cultura preventiva y de protección de los más débiles[36].
21 . La entrega de la propia vida como un don para la Iglesia y la humanidad. Seamos profetas del amor de Cristo que libera para servir a los cautivos hasta dar la vida. Los mercedarios hemos inaugurado en la Iglesia de tiempos de Nolasco una economía de la redención que, por el cuarto voto, se compromete a dar la vida por la liberación de los cautivos[37]. Y ese don de Dios de amar a los oprimidos hasta hacerse “moneda de rescate” por su liberación ya no nos pertenece en exclusividad. Nos alegramos con todos los cristianos del mundo de que la Merced haya sido siempre una escuela de santidad en la línea del martirio y de la entrega de la vida. Sí, el carisma de redención es para la Iglesia y en beneficio de toda la humanidad: Dad gratis lo que gratis habéis recibido[38]. Ese interés profundamente solidario con el sufrimiento de los oprimidos es evangelio viviente para todos, aún para los opresores[39]. Que por nuestro acercamiento a los cautivos y perseguidos actuales -desde la realización de nuestros diferentes ministerios y tareas-formemos una verdadera escuela de caridad redentora donde se viva y se enseñe con el ejemplo que el amor está más en las obras que en las palabras.
VII Hijos de María de la Merced
22 . Por lo tanto, ya que estamos rodeados de una verdadera nube de testigos, despojémonos de todo lo que nos estorba, en especial del pecado, que siempre nos asedia, y corramos resueltamente al combate que se nos presenta[40]. Inspirados por la ternura de María de la Merced, Estrella de la nueva evangelización y Testigo audaz del Magníficat, participemos en la carrera con los que nos precedieron y que son nuestros santos religiosos y religiosas mercedarios, conocidos y anónimos. Las sanas tradiciones de nuestra Orden en referencia a la devoción a Nuestra Madre nos invitan no solo a agradecer un pasado memorable, marcado por el amor a María; también nos lanzan a un futuro prometedor si seguimos confiando en su continua intercesión, protección y compañía. Con Ella nos dejamos cautivar por el amor a los cautivos a ejemplo de su Hijo, que nos amó hasta dar su vida rescatándonos en la Cruz. Familiarmente unidos, cantamos a María junto a tantos religiosos que nos precedieron: Tended a estos, vuestros hijos, vuestro manto maternal. Así, reconfortados por la presencia y la mirada de la Madre tanto redentores como redimidos caminamos audaces y gozosos hacia la Jerusalén Celestial, que es libre[41].
Llegados al final de este Capítulo General, queridos hermanos conocidos y anónimos de nuestra gran Familia Mercedaria, uníos a nosotros en esta linda invocación a María de la Merced, nuestra Madre y Señora, con la oración de este año jubilar, y proclamemos juntos:
Madre de la Merced,
que suscitaste en tu servidor Pedro Nolasco
el deseo de imitar a Cristo Redentor,
poniendo su vida al servicio de los más pobres
de entre los pobres, los cautivos;
al prepararnos a celebrar el Jubileo mercedario,
te pedimos que eleves nuestras acciones al Padre,
fuente de misericordia,
para que seamos capaces de contemplar
la faz de tu Hijo en el rostro de los cautivos de hoy
y ofrezcamos, alegremente, llenos del Espíritu Santo,
nuestras vidas como moneda de rescate
por nuestros hermanos
que viven privados de libertad y sin esperanza
en las nuevas periferias de cautividad. Amén.
Roma, 14 de mayo de 2016, festividad de san Matías, apóstol.
[1] Jn 17,21.
[2] Discurso a los Capitulares, 10 de mayo de 2016.
[3]RsA, 3.
[4] FRANCISCO, Discurso a los capitulares de la Orden de la Merced, 2 mayo 2016.
[5]Fr. Marcos Sánchez Ráfales, Vicario de Venezuela.
[6] FRANCISCO, Misericordiae vultus, 15.
[7] Francisco, Evangelii Gaudium, 1.
[8] Cf. Id. 20.
[9] Cf. Ex. 3,7; Proemio de las Constituciones Amerianas de 1272.
[10] Celam, Aparecida, 65.
[11] Cf. COM, 16.
[12] Cf. Evangelii Gaudium, 50-74.
[13]Capítulo General 2010, Programación en BOM 82 (2010) 310.
[14] Cf. Ex 3,7.
[15] Discurso del Maestro General en la Audiencia del Santo Padre, 2 de mayo de 2016.
[16]La Orden de la Merced Espíritu y Vida, 341-342; en BOM 66 (1994) 151-153.
[17] Cf. Retiro espiritual a los Capitulares.
[18] Evangelii Gaudium, 107.
[19] CIVCSVA, Caminar desde Cristo: un renovado compromiso de la vida consagrada en el tercer milenio. Instrucción, Roma, 19 de mayo de 202, 17.
[20] Cf. Benedicto XVI, Homilía en la apertura de la Segunda Asamblea especial para África del Sínodo de los Obispos, 4 octubre 2009, en AAS 101 (2009) 97.
[21] Cf. Evangelii Gaudium, 76-109.
[22] Jn 8, 36.
[23] Discurso en la Audiencia privada ante el Santo Padre, 2 de mayo de 2016.
[24]Sor María Dorita López Paz, Religiosas de la Orden de la Merced; Sor Aurora Calvo, Mercedarias de la Caridad; Sor Carlina Zambrano, Mercedarias Misioneras de Barcelona; Sor Filomena Hirota Mercedaria Misionera de Bérriz; Sor Siomara Elena Garro, Mercedarias del Niño Jesús; Sor Ana María Tavella, Suore della Mercede; Sor María Luisa Grande, representada por la Madre Provincial de Italia, Sor Marcelina Toral, Mercedarias del Santísimo Sacramento.
[25] Lc 8,1-3; Lc 23,28-31; Jn 19,25-27.
[26]Experiencia Intercongregacional Intermercedaria en Cuba y en Santo Domingo.
[27]Fr. Pedro Aliaga Asensio, Vicario General de la Orden de la Santísima Trinidad.
[28] Felicitación del Ministro General de la Orden de la Santísima Trinidad al nuevo Gobierno General.
[29] Jn 15,13.
[30] CELAM, Aparecida, 14.
[31] Cf. Lc 10,37.
[32]Cf. Francisco, Santa Misa Crismal, 28 de marzo 2013.
[33] Encuentro de Religiosos no Clérigos de la Orden de la Merced, Córdoba (Argentina), febrero 2016.
[34] “Un asunto que socaba gravemente la credibilidad moral de los Pastores de la Iglesia, es el vergonzoso abuso de niños y jóvenes por parte de sacerdotes y religiosos. He hablado en muchas ocasiones de las profundas heridas que causa dicho comportamiento, en primer lugar en las víctimas, pero también en las relaciones de confianza que debe existir entre los sacerdotes y el pueblo” (Benedicto XVI); “Los pecados de abuso sexual contra menores por parte del clero tienen un efecto virulento en la fe y en la esperanza en Dios” (Francisco, Homilía en Santa Marta, 7 de julio 2014).
[35] Cf. Lc 17,2.
[36]“Desde la vergüenza y desde el dolor de nuestra historia reciente, Dios puede hacer nacer algo bueno; una Iglesia y una sociedad que colocan la protección de los niños entre la más alta prioridad. Para salir de la crisis del abuso sexual de parte del clero, recuperar la confianza de las personas que servimos y dar la posibilidad de regresar a cuantos nos han dejado, debemos ser conocidos como personas, siempre y en todo lugar comprometidos con la seguridad de los niños confiados a nuestro cuidado pastoral”, Sean Cardenal O’MALLEY ofm, 2015.
[37] Cfr. COM, 13-18.
[38] Mt 10, 8.
[39] Cf. Lc. 4, 16ss.
[40] Heb. 12, 1.
[41] Cf. Gal 4, 26.