Mi vida por tu libertad
Saludo al 1º Encuentro de religiosos hermanos en la Orden
Queridos hermanos en los cautivos:
Con mucha alegría los saludo en el Señor y al desearles todo bien, no puedo dejar de citar las palabras del Salmo 132 que habla del “perfume de la fraternidad”:
¡Mira que es bueno y da gusto
que los hermanos convivan unidos!
Como ungüento fino en la cabeza,
que va bajando por la barba,
que baja por la barba de Aarón
hasta la franja de su ornamento.
Es rocío del Hermón
Que va bajando sobre el monte Sión;
porque allí manda el Señor la bendición:
la vida para siempre.
El encuentro que están comenzando pretende ser para ustedes en la Orden de la Merced, invitación y alerta sobre la imperiosa necesidad que tenemos los mercedarios de revitalizar las raíces primigenias de unidad-fraternidad, con la misión redentora en el centro del corazón, como nos soñó nuestro Fr. Pedro Nolasco, el hermano de los cautivos y de los redentores. Unidad-fraternidad, descentrada de nosotros mismos, de algunas estructuras a veces añejas y decadentes, de las territorialidades cerradas, de algunos usos y costumbres, de muchos “protocolos de corte” que el tiempo ha dejado, como polvo del camino, en algunos estilos, prácticas, modos de vivir la Merced, donde los cautivos continúan esperando en las periferias todavía no visitadas.
Dice algún autor de vida consagrada que solo la unión con lo santo es capaz de ofrecer un fundamento duradero, inextinguible a la unión entre las personas. Todas las restantes formas de unidad se mantienen en niveles periféricos y acaban derivando en soledad, desinterés, batallas mutuas o en un modo de aislamiento que se disimula en un “cumplimiento” vacío, sin dejarnos una verdadera libertad en apertura al otro.
Me alegro mucho que hagan acogido la invitación es este encuentro de Orden, para algunos misterioso o innecesario, para otros demagógico, pero para muchos bueno y necesario. La profundidad del Espíritu de Dios es comunión; la comunión será pues el efecto del Espíritu en nosotros, nos devolverá el agradable sabor de ser Iglesia – Pueblo en camino.
Como Orden que se prepara a celebrar 800 años de vida, necesitamos beber de nuevo del manantial nolasquino de la fraternidad y el servicio humilde. Ojalá podamos hacerlo con actitud decidida y urgente, ante el creciente clericalismo denunciado por el Papa Francisco, que puede volvernos veces simples funcionarios o gestores de la religión, marginando la genética de comunión, discernimiento, corrección fraterna, escucha de la Palabra, acompañamiento de procesos humanos o reconciliación en los conflictos, tan propios de los primeros mercedarios.
Estas palabras del salmista nos hacen una invitación a mirar el gozo. El gozo del disfrute, de las emociones que fluyen en libertad y sacan afuera el deseo profundo de ser humanidad expandida y atenta al servicio y la complementariedad que hace crecer en salida, sin que ello signifique evasión y huida. Su canto parece un emocionado y valiente contraste a la guerra, al desencuentro, a la destrucción. Nosotros como comunidad mercedaria estamos invitados a ser promotores de la unidad que nace del ejercicio cotidiano de acariciar el conflicto, de perdonarnos y volver a empezar una y mil veces. El religioso hermano, por identidad es promotor de la original cultura del encuentro entre los mercedarios y está llamado a ser profetas de libertad en medio de los habituales activismo tan característicos de la cultura del descarte de la que habla Papa Francisco. Con su particular manera de distribuir el tiempo, de integrar a su vida el espacio sagrado, de evangelizar y de ser promotor de libertad, debe propiciar, alentar y proponer a los demás compañeros, el renovado gozo de ser hermanos, de complementarnos y caminar al lado, sin que nadie quede afuera o sienta “que sobra”.
Este salmo nos invita también a la alegría de la comunidad reunida. Nuestra Orden tiene genética itinerante, mendicante y de frontera. Este salmo es un canto de peregrinos, y solo con aire de peregrinos, buscadores de símbolos y de la mística de la comunión podremos acercarnos a su belleza. Quizá no es la ciudad ni el templo o los habituales centros de evangelización lo que hay que valorar o destacar en el camino, sino el ámbito de la comunidad reunida con gente de todas partes (comunidades, provincias, congregaciones, culturas, geografías…y sabemos que en esto no somos fáciles) reunidas para la fiesta. Muchos expresan que la comunidad reunida es parábola que la vida humana. ¿Hasta qué punto somos conscientes que nuestro estilo de vida puede ser provocación para la humanidad? ¿no será tiempo de recomenzar?
Al encontrarnos nos saludamos, compartimos un abrazo, se come y se bebe, celebramos juntos. Las lágrimas del camino quedaron atrás y la alegría de estar en casa, de “estar” para el otro, con el otro y desde el otro, hacen de la hermandad el cumplimiento de las promesas de Dios a su pueblo santo. Dios se hace presente en la fraternidad y desde ella su Misericordia se vuelve abundante, alcanza para todos y sobra, como aquel aceite que cae abundantemente por la barba de Aarón. Cuando la tristeza se afinca en nuestros corazones da la impresión que aquel bálsamo se ha agotado, se ha ido por alguna grieta de la vida o simplemente extraña el manantial del encuentro gratuito entre nosotros, y vuelve a surgir la interpeladora pregunta de los orígenes: ¿dónde está tu hermano?.
Según el salmo, la fraternidad es como perfume y rocío. Dicen algunos que el gozo no tiene ni perfil ni contornos precisos, es algo como una atmósfera, como un ambiente. El aroma tampoco tiene contorno preciso; envuelve y penetra. Lo siente el olfato pero no se queda ahí, sino que invade sin violentar todo el cuerpo. Qué lindo sería que entre nosotros mercedarios, el aroma de la unidad en la diversidad a veces molesta y complicada, volviera a transformar ambiente natural, volviéndose agradable y perceptible para muchos especialmente en la misión ¡ Que en la complementariedad podamos descubrirnos rocío, como fruto de la condensación positiva de nuestra comunión, proceso que se hace caminando y contando unos con otros.
El salmo hace pensar finalmente que la unión fraterna es lugar de bendición. Dios es el que bendice y su bendición es muy concreta…no light o como espuma. La bendición se manifiesta en el rocío, en el ungüento, en la lluvia serena, en el Jordán que riega la tierra. Se manifiesta en la reunión de los peregrinos, en el pelearnos y reconciliarnos, en el hacer valer nuestros talentos diferenciándolos de los del otro, en el discernimiento de la misión redentora poniéndolo todo en juego…en el hablar de nosotros. Donde hay dos o mas reunidos en mi nombre ahí estoy yo (Mt. 18,15-20). Hermanos, recuérdennos proféticamente que solo desde el encuentro la Merced puede seguir siendo memoria y profecía en las periferias de la Libertad.
Dado en Roma a 22 de febrero de 2016, a 798 años de la fundación de nuestra Orden.
Va nuestra bendición de hermano y servidor en los cautivos ¡
Fr. Pablo Bernardo Ordoñe, O. de M.
Maestro General